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Los Antiguos Hoteles
Con la llegada del tren, Rivadavia se llenó de visitantes como nunca y para recibirlos empezaron a surgir los hoteles para hospedarlos. Hoy en día son casas particulares donde algunas apenas resisten el paso del tiempo. Ex Hotel Díaz Ex Hotel de la Familia Galeno Ex Hotel a un costado del negocio de «Don Julio».
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El «Puente Negro»
El Puente Negro es todo un símbolo para Rivadavia. No solo conectaba el camino hacia Paihuano, también era un paso obligado para cuando la población comenzó lentamente a trasladarse de una ribera a la otra del río Turbio debido a la destrucción causada por las crecidas de la primera mitad del siglo XX y la llegada del ferrocarril a fines del siglo XIX. Construido hacia 1910 y cuya estructura metálica fue encargada a la compañía alemana Gutehoffnungs, conocida en el mundo por la calidad de sus aleaciones y la instalación de numerosos puentes en América Latina.
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El Ex Control de Carabineros
En épocas de arrieros, comerciantes y viajeros, donde los caminos eran solo huellas para caballos y mulares, esta construcción controlaba el tránsito comercial y de personas desde y hacia Paihuano. Recordemos que Rivadavia perteneció administrativamente al Departamento de Paihuano hasta principios de 1980, cuando fue transferida a la Comuna de Vicuña.
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Un lugar de silencio y remembranzas: El Cementerio local
A los pies de la montaña, se alza el cementerio de Rivadavia que guarda los recuerdos más íntimos de la localidad. También se puede apreciar una bellísima vista hacia el valle del Río Claro. Sus tumbas más antiguas datan de principios del siglo XX, acogiendo los restos de los hijos de Rivadavia.
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Casona del Fundo «Casa Grande»
Es una de las construcciones más antiguas de Rivadavia aún en pie y conservada por sus dueños. Se encuentra emplazada en el lado sur y su entrada daba con una plaza hoy desaparecida. Es un bello ejemplo del pasado hacendal del pueblo y de su tradición campesina.
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La Animita de Marchant
El investigador local Juan Carlos Robles nos cuenta que, acaecida la muerte de Alamiro Marchant, «…un alma piadosa levantó una cruz de palos de chañar en el lugar del crimen y grabó con cincel en las piedras de una añosa pirca la (…) inscripción que aún perdura hasta estos días “A Marchant 1930”. Pasó el tiempo y los lugareños y viajeros que pasaban por el lugar dejaban ofrendas florales en la «Animita de Marchant» como la empezaron a nombrar. Un día una mujer desesperada por la enfermedad incurable de su hijo, le hizo una manda a la animita y al cabo de unos días el niño se recuperó milagrosamente, el…